Tan importante es el cariño que dedicamos al árbol como el que debemos dispensar a sus frutos si queremos elaborar un buen aceite. Como decíamos, es necesario elegir el punto de maduración del fruto de acuerdo al tipo de aceite que queramos obtener para iniciar la cosecha. Descartamos todo el fruto en el suelo que debería usarse para iluminar, de ahí su nombre, lampante, combustible para lámparas en la antigüedad y procedemos a colocar las mantas sobre el suelo, mallas plásticas que nos permitirán recoger las aceitunas. Estas no caen por voluntad propia y es necesario varear, golpear las ramas de adentro hacia afuera con una vara de avellano u ojaranzo. Hoy día existen rastrillos eléctricos y otros artilugios mecánicos que facilitan el trabajo. De la manta a las cajas, la aceituna debe depositarse en espacios abiertos y no ser comprimida, y de las cajas a molturar en un plazo no superior a 12 horas. Esto de la molturación también tiene su miga. Molturar es moler, en el caso de la aceituna, consiste en moler, amasar, comprimir, separar el agua del aceite y por último dejar reposar y decantar. Tras este largo proceso y una vez reposado podemos disfrutarlo como el tesoro que representa.